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domingo, 7 de abril de 2013
Las grasas ya no son lo (malas) que eran
Como si de una reencarnación del conde de Montecristo se tratara, la fortuna de la grasa de la dieta está experimentando una transformación insospechada. Tras décadas de persecución y aprisionamiento en la parte más elevada y prohibida de la clásica pirámide nutricional, su inocencia, al menos de alguna de las grasas, está siendo vindicada por la evidencia científica. Además, esto no solo está ocurriendo con la grasa que comemos, sino también con la grasa que acumulamos. Resulta que no toda la grasa corporal es igual; está la "mala", conocida en los círculos médicos y científicos como la "visceral"; la "menos mala" o incluso neutra, que es la subcutánea; y por fin la "buena", que es la grasa marrón. Pero volvamos a la grasa de los alimentos y más específicamente a la representada por nuestro aceite de oliva, que ha estado en el candelero las últimas semanas y muy merecidamente. En esta sección, se ha recogido el éxito del estudio PREDIMED, demostrando de manera inequívoca su capacidad de proteger de las enfermedades cardiovasculares. Sin embargo, a pesar de las evidencias saludables, a los críticos de la grasa les quedaba un argumento evidente y termodinámicamente indiscutible. La grasa contiene por unidad de peso más del doble de calorías (9 kcal/gramo) que las proteínas o los hidratos de carbono (4 kcal/gramo), por lo tanto, es muy fácil argumentar que la grasa de la dieta promueve más fácilmente la obesidad. Esta divulgada conexión entre la grasa de la dieta y el exceso de grasa corporal ha llevado durante décadas a la proliferación en las estanterías de los supermercados de productos bajos en grasa o con cero grasa, con el propósito de facilitarnos el control del peso y no acabar siendo una víctima de la epidemia de obesidad que nos invade. Sin embargo, las estadísticas nos revelan que la multiplicación de estos productos 'light' no parecen haber frenado el avance de la obesidad en lo más mínimo, ya que hecha le ley, hecha la trampa y estos productos nos dan una falsa sensación de seguridad que nos lleva a acabar comiendo más de la cuenta. La relación tan aparentemente lógica entre consumo de grasa alimentaria y acumulación de grasa corporal se ha tambaleado ante el anuncio de que nuestra grasa culinaria por excelencia, el aceite de oliva, puede incluso contribuir a la tan deseada pérdida de peso. La explicación a esta aparente paradoja hay que buscarla en el hecho de que el mayor aliado que tiene la obesidad es nuestra dificultad de controlar el apetito en un ambiente en el que casi constantemente estamos tentados por la oportunidad de comer. Es precisamente en esta situación que el aceite de oliva puede venir a nuestro rescate ya que su consumo contribuye a hacernos sentir más "llenos", más "satisfechos" y a resistir mejor las "tentaciones alimentarias".
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