Están en los parques, en algunos descampados y en muchas plazas. Sus
'armas' son un balón, dos latas de refresco como límites imprecisos de
una portería, diversión y mucha ilusión. Tanta, que algunos niños se
'convierten' en improvisados Casillas o Falcao por unos minutos mientras
que otros chavales, y no pocos padres, sueñan con que la afición se
convierta en una forma de ganarse la vida mientras miran, en los posters
de Cristiano Ronaldo o de Messi, a sus referencias.
Sin embargo, ¿cuántos de ellos llegarán a emular a sus ídolos? Lo que
no tendría que ser más que un entretenimiento de la infancia, una
manera de desestresarse con amigos y entender los valores del juego en
equipo, puede llegar a significar una tortura para muchos niños cuando la diversión se toma demasiado en serio y no deja paso al disfrute. Y ahí llega el problema con nombre inglés: el 'síndrome del burnout', lo que en español significaría 'estar quemado'.
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